¿Puede la empatía hacernos daño? Una mirada neurocientífica desde la depresión mayor

La empatía suele considerarse una virtud humana esencial. Nos conecta con los demás, nos permite entender sus emociones, responder con compasión y fortalecer nuestras relaciones. Pero ¿qué pasa cuando la empatía se vuelve excesiva o se manifiesta de forma desregulada? ¿Puede, en ciertos contextos, contribuir al sufrimiento psicológico? Esta pregunta cobra especial relevancia al analizar los vínculos entre la empatía y los trastornos del estado de ánimo, en particular, el trastorno depresivo mayor (MDD, por sus siglas en inglés).

Un reciente artículo publicado en Frontiers in Human Neuroscience (Choi et al., 2024) revisa la evidencia disponible sobre los correlatos neuronales de la empatía en pacientes con MDD. El trabajo ofrece una mirada innovadora al explorar no solo las respuestas comportamentales o los cuestionarios de autorreporte, sino también los patrones de actividad cerebral vinculados con la empatía afectiva. Los hallazgos revelan un panorama más complejo de lo que se pensaba: la empatía en la depresión no está simplemente reducida ni aumentada, sino que parece fluctuar según el estado clínico de la persona y los mecanismos neurocognitivos implicados.

Empatía: ¿virtud o riesgo?

Tradicionalmente, niveles bajos de empatía se han asociado a psicopatologías como el trastorno del espectro autista o la esquizofrenia. Sin embargo, en el otro extremo del espectro, también se ha observado que una empatía excesiva —en particular, la forma afectiva que implica resonar con el sufrimiento ajeno— puede convertirse en un factor de vulnerabilidad psicológica. La hipersensibilidad emocional, la identificación extrema con el dolor de los demás y el sentido de responsabilidad exagerado por el sufrimiento ajeno pueden derivar en sobrecarga emocional, evitación social e incluso aislamiento crónico. Este fenómeno es conocido como “angustia empática”.

En el caso de la depresión, esta doble cara de la empatía es especialmente llamativa. Algunos estudios han sugerido que las personas con MDD presentan una sensibilidad exacerbada al dolor emocional de los demás, lo que puede intensificar su malestar subjetivo. Otros, en cambio, reportan una disminución en la capacidad de resonancia emocional, posiblemente por el embotamiento afectivo característico de la enfermedad. Esta aparente contradicción es la que el artículo de Choi y colaboradores intenta aclarar desde una perspectiva neurofuncional.

El cerebro empático en la depresión

La revisión se centra particularmente en la empatía afectiva, es decir, la experiencia compartida de una emoción ajena, que se diferencia de la empatía cognitiva o capacidad para inferir estados mentales de otros. Estas dos formas de empatía tienen, además, bases neuronales parcialmente distintas. En el caso de la empatía afectiva, las regiones más involucradas incluyen los giros frontales inferiores (IFG), la ínsula anterior bilateral (AI) y áreas cinguladas como el córtex cingulado medio (MCC).

Resumen esquemático de las regiones cerebrales que se ha informado muestran actividad aberrante en el trastorno depresivo mayor (MDD) agudo, después de la remisión o tras el tratamiento con antidepresivos. DBS, estimulación cerebral profunda; MDD, trastorno depresivo mayor.











Uno de los estudios clave revisados por los autores (Fujino et al., 2014) utilizó imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI) para evaluar la respuesta empática de pacientes con MDD frente a videos que mostraban situaciones dolorosas. Los resultados revelaron una menor activación de regiones como el MCC y las cortezas somatosensoriales, acompañadas de menores puntuaciones subjetivas de dolor. Curiosamente, se observó una mayor actividad en el IFG, una región implicada en la regulación de emociones negativas y en experiencias de angustia empática. Este patrón sugiere que, en los estados agudos de la depresión, podría existir una mezcla paradójica de insensibilidad afectiva y sobreactivación emocional reguladora.

Otro estudio destacado (Rütgen et al., 2021) comparó a pacientes con MDD agudo, pacientes en remisión y personas sanas. Allí se halló que, tras la remisión del episodio depresivo, se incrementa la actividad en regiones asociadas a la empatía cognitiva (como la unión temporoparietal derecha), pero disminuye la activación en estructuras relacionadas con la emoción como la ínsula anterior y la amígdala. Esto sugiere una forma más “cognitiva y controlada” de empatizar tras el tratamiento, en contraposición a la carga afectiva elevada durante los episodios agudos.

Un modelo preliminar: empatía a lo largo del curso depresivo

A partir de la evidencia revisada, los autores proponen un modelo preliminar que describe una trayectoria dinámica de la empatía en el curso del MDD. En las primeras fases, o en estados agudos, se observa una tendencia hacia una empatía aumentada y desregulada, que puede estar teñida por un sesgo hacia la negatividad emocional. Esta sensibilidad excesiva al dolor ajeno podría contribuir al colapso emocional característico de la depresión. A medida que la enfermedad progresa —o como resultado del tratamiento—, la respuesta empática parece volverse más distante, menos emocionalmente reactiva y más cognitivamente mediada, quizás como una forma de autorregulación o protección emocional.

Este modelo desafía las simplificaciones comunes y resalta la necesidad de investigar la empatía no como un rasgo estático, sino como un proceso dinámico y dependiente del contexto clínico, emocional y neurobiológico.

Implicaciones y desafíos futuros

La revisión concluye que entender los mecanismos cerebrales que subyacen a la empatía en la depresión es clave no solo para comprender mejor la naturaleza del trastorno, sino también para diseñar intervenciones más precisas. Esto es especialmente relevante para el desarrollo de terapias basadas en la regulación emocional y en el entrenamiento de habilidades sociales. Además, pone en evidencia que la empatía, lejos de ser siempre beneficiosa, puede volverse una espada de doble filo cuando se pierde el equilibrio entre resonancia emocional y autorregulación.

En un mundo cada vez más sensible a las emociones ajenas, este tipo de investigaciones nos invitan a reflexionar: sentir con el otro es humano, pero hacerlo sin perderse en ese sentimiento es, quizás, una habilidad que aún estamos aprendiendo a cultivar.

Referencias

Choi D, Förster K, Alexander N, Kanske P. Downsides to the empathic brain? A review of neural correlates of empathy in major depressive disorder. Front Hum Neurosci. 2024 Aug 15;18:1456570. doi: 10.3389/fnhum.2024.1456570. PMID: 39211533; PMCID: PMC11357912.

Fujino J, Yamasaki N, Miyata J, Kawada R, Sasaki H, Matsukawa N, Takemura A, Ono M, Tei S, Takahashi H, Aso T, Fukuyama H, Murai T. Altered brain response to others׳ pain in major depressive disorder. J Affect Disord. 2014 Aug;165:170-5. doi: 10.1016/j.jad.2014.04.058. Epub 2014 May 4. PMID: 24882196.

Rütgen M, Pfabigan DM, Tik M, Kraus C, Pletti C, Sladky R, Klöbl M, Woletz M, Vanicek T, Windischberger C, Lanzenberger R, Lamm C. Detached empathic experience of others' pain in remitted states of depression - An fMRI study. Neuroimage Clin. 2021;31:102699. doi: 10.1016/j.nicl.2021.102699. Epub 2021 May 14. PMID: 34049164; PMCID: PMC8167276.



Comentarios

Entradas más populares de este blog

Los 30 neurocientíficos vivos más influyentes de hoy en día

Psicólogo ciego ayuda a otros a ver soluciones

Proyecto Abecedarian: un ensayo controlado aleatorio de educación temprana que ha seguido a niños desde 1971