El miedo generalizado después del estrés agudo es causado por un cambio en la identidad del cotransmisor neuronal
Un nuevo estudio de Li y col. (UC San Diego) publicado en 'Science' identificó la bioquímica del cerebro y los circuitos neuronales que desencadenan el miedo generalizado.
Los acontecimientos traumáticos pueden provocar trastornos de ansiedad asociados a menudo con miedo generalizado. Cuando esto ocurre, el comportamiento temeroso asociado al contexto se generaliza a situaciones inofensivas, con consecuencias adversas para la calidad de vida y la salud mental. Li y col. investigaron los mecanismos que median la generalización del miedo en ratones utilizando enfoques conductuales, moleculares y electrofisiológicos. Se descubrió que la generalización del miedo era causada por un interruptor de neurotransmisor en una subpoblación de neuronas serotoninérgicas de las alas laterales del rafe dorsal inducido por la modulación del receptor de glucocorticoides. Bloquear este interruptor evitó la generalización del miedo, lo que sugiere que este mecanismo podría tener como objetivo prevenir algunas de las consecuencias nocivas del estrés agudo. Matía Maroso (Editor de Science)
Sin miedo, la evolución de la vida hubiera sido imposible . Cualquier
amenaza desencadena estados de alarma que protegen mediante dos reacciones
alternativas, huir o luchar. Presente a lo largo de la historia humana, en las
sociedades modernas avanzadas las situaciones en las que aparece se reducen a
extremos como la violencia personal ( violación , robo, secuestro) o la
violencia colectiva ( guerra , conflicto civil). En las
personas con trastorno de estrés postraumático, este temor suele reaparecer
incluso cuando ya no existe una amenaza. Ahora, un grupo de científicos ha
descubierto qué sucede en el cerebro que hace que la angustia regrese. En el
futuro, esto podría ser la base de una terapia farmacológica contra el miedo.
Basándose en lo que se sabe sobre el miedo condicionado, basado en una
amenaza real, investigadores de la Universidad de California en San Diego
buscaron la base neuroquímica del miedo generalizado, en el que no existe una
situación objetiva de peligro. Para ello, estudiaron las partes del cerebro
implicadas en este estado, en particular dos regiones del tronco del encéfalo
en la base del cerebro (la substancia gris periacueductal y el
núcleo dorsal del rafe). Lo hicieron en ratones, un modelo que permite
extrapolaciones a humanos. En estas regiones hay cúmulos de neuronas
serotoninérgicas que, al liberar serotonina, regulan infinidad de
procesos básicos, como los estados de alerta y vigilia, el hambre, el miedo. Lo que hicieron fue observar la actividad en estas neuronas mientras
realizaban una serie de experimentos en los que sometían a roedores a golpes de
diferentes intensidades en sus patas.UEA | Las
imágenes de la redada de Israel en el
"Descubrimos que después de un estrés agudo, ciertas células nerviosas en la región dorsal del rafe cambian los neurotransmisores que utilizan para enviar señales a otras células nerviosas", explica Nick Spitzer, el investigador del Instituto Kavli para el Cerebro y la Mente y autor principal de esta investigación. En concreto, vieron un cambio en los neurotransmisores liberados por las neuronas, cambiando uno de ellos, el glutamato, por el ácido γ-aminobutírico o GABA. "Este cambio hace que estas neuronas inhiban a las neuronas con las que establecen conexiones, en lugar de excitarlas", añade. La consecuencia de esta inversión de la señalización es que “los ratones tenían miedo generalizado, a entornos distintos a aquel en el que experimentaron el estrés agudo”.
La investigación, publicada en la revista científica Science ,
fue un paso más allá al buscar un correlato en humanos. Para ello, los
investigadores analizaron muestras de una docena de personas fallecidas, la
mitad de ellas con trastorno de estrés postraumático (TEPT) y el resto como
grupo de control. Descubrieron que los tejidos del tronco encefálico de los
individuos con trastorno de estrés postraumático mostraban una marcada
disminución en el número de neuronas que, además de serotonina, expresaban
glutamato. En concreto, hasta un 26,12% y, en paralelo, un reducido aumento de
sólo un 6,5% de los que coexpresan serotonina y GABA. Los autores destacan que
habrá que hacer muchos más estudios, con muestras más grandes, pero la
replicación en humanos (aunque con tejidos en laboratorio), los llevó a buscar
cómo bloquear este intercambio de neurotransmisores.
Luego volvieron con los ratones. Los investigadores encontraron una manera
de detener la producción de este miedo generalizado. Para ello, antes de que
los ratones sufrieran golpes en las patas y sufrieran un estrés agudo,
inyectaron en el rafe dorsal de un grupo de roedores un adenovirus para
suprimir el gen responsable de la síntesis del neurotransmisor GABA.
Consiguieron evitar que los ratones adquirieran un miedo generalizado.
“Pero lo más emocionante fue el descubrimiento de que la administración
inmediata de un fármaco antidepresivo, la fluoxetina, logró prevenir el cambio
en las moléculas de señalización, evitando así la aparición de miedo
generalizado en ratones”, subraya Spitzer. La fluoxetina es el ingrediente
activo de un fármaco famoso, el Prozac . Lo que
encontraron es que los ratones que recibieron una inyección de este fármaco
justo después de las descargas no sólo tuvieron ese intercambio de glutamato
por GABA, sino que no quedaron paralizados en las diferentes situaciones en las
que fueron colocados para inducirles el miedo. ¿Qué podría significar esto?
“Esta investigación plantea la posibilidad de administrar rápidamente
fluoxetina a personas después de una experiencia muy mala y aterradora, para
evitar que adquieran un miedo generalizado”, concluye el neurocientífico
estadounidense.
El jefe del servicio de Neurología del Hospital Universitario 12 de Octubre
de Madrid, Alberto Villarejo, destaca que se trata de una investigación de
ciencia básica. “El miedo es un mecanismo fisiológico de protección de los
animales y de los humanos ante una amenaza”, subraya. Pero en determinadas
ocasiones y en determinadas personas, “este complejo mecanismo se desencadena
en situaciones que no son realmente amenazantes”. Y no sabemos por qué.
Intervienen diferencias culturales. También influye la personalidad de cada
individuo, cómo afronta los problemas. Otro elemento es la posible influencia genética
y, finalmente, las conexiones neuronales a través de neurotransmisores.
Los casos más extremos son los vinculados al trastorno de estrés
postraumático provocado por situaciones de extrema violencia como ataques
terroristas o guerras. “Ahí es cuando puede surgir ese miedo generalizado,
desencadenado por estímulos no relacionados”, afirma Villarejo, quien señala
que el Prozac ya se utiliza como tratamiento, pero que “la psicoterapia sigue
siendo fundamental”.
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