“Tener un sensor en la cabeza será de rigor en 10 años, igual que ahora todo el mundo tiene un teléfono inteligente”
El neurocientífico Rafael Yuste y el ingeniero Darío Gil alertan en la Casa Blanca de la inminente llegada de dispositivos que conectarán el cerebro directamente con internet
04 ENE 2022
- 22:10 Actualizado:05 ENE 2022 - 09:23 GMT-4
El ingeniero Darío Gil, director mundial del área de investigación de IBM, y el neurocientífico Rafael Yuste, de la Universidad de Columbia, el 20 de diciembre en Madrid. SANTI BURGOS |
Dos expertos españoles estuvieron a comienzos de noviembre en la Casa Blanca, en Washington, convocados por el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. El neurocientífico Rafael Yuste, catedrático de la Universidad de Columbia, y el ingeniero Darío Gil, director mundial del área de investigación de IBM, alertaron en la residencia del presidente estadounidense de la inminente llegada de un mundo en el que los ciudadanos se conectarán a internet directamente con el cerebro, mediante gorras o diademas capaces de leer el pensamiento. En ese hipotético porvenir, un algoritmo podrá autocompletar la imaginación, como ya hacen los programas informáticos de procesamiento de textos con las palabras. Los primeros dispositivos, todavía rudimentarios, podrían estar en 10 años a la venta en las tiendas de electrónica, según los cálculos de estos expertos.
Yuste, madrileño de 58 años, y Gil,
madrileño nacido en Murcia hace 46, son dos de los protagonistas del último
documental del cineasta alemán Werner Herzog, un recorrido por las asombrosas
fronteras de la neurotecnología y la inteligencia artificial. La película, con
el título provisional de El teatro del pensamiento, termina en
Chile, el país que hace tres meses se convirtió en el primero en proteger la información cerebral de
sus ciudadanos en su Constitución.
Pregunta. ¿Cuáles son las
implicaciones de estas tecnologías?
Rafael Yuste. La implicación más importante
es que va a cambiar la naturaleza del ser humano. Nos vamos a convertir en
híbridos. Esto es una cosa que va a ocurrir sí o sí. No tengo ni la más mínima
duda.
P. ¿Qué es ser híbrido?
R. Y. Ahora dependes de tu teléfono
móvil para hacer cada vez más cosas: encontrar una calle, llamar, usar el
calendario, la agenda telefónica, la calculadora… En realidad, lo único que
hace el teléfono es conectarte a la red. Esta conexión, en vez de estar en el
teléfono en el bolsillo, la vamos a tener directamente en la cabeza, por una interfaz cerebro-computadora.
Estas interfaces serán posiblemente no invasivas y serán distribuidas de manera
masiva a toda la población. Y esto trasladará una parte cada vez mayor de
nuestro procesamiento mental al exterior. La memoria, por ejemplo. Una memoria
externa nos mandará la información de vuelta. Y eso va a ser beneficioso en el
sentido de que va a dar un acelerón a las capacidades cognitivas y mentales de
los humanos. Ahora hay una brecha entre la gente que tiene acceso al mundo
digital y la gente que no. Si no tienes teléfono móvil, empieza a ser
complicado hacer cosas tan simples como ir al médico o hacer una transferencia
de dinero. Pues esto va a ser una brecha mucho mayor. Habrá gente que estará
aumentada y gente que no lo estará. Y eso cambiará la especie humana.
Habrá gente que estará aumentada y gente que no lo
estará. Y eso cambiará la especie humana
Rafael Yuste,
neurocientífico de la Universidad de Columbia
P. ¿De qué año estamos hablando?
R. Y. Depende. Será una cosa gradual.
Primero llegarán dispositivos y aplicaciones que nos permitirán registrar y
descifrar la actividad mental. Estamos hablando de 10 años.
P. ¿Con diademas o cómo?
R. Y. Con diademas, con gorras o con
cascos. Las primeras aplicaciones importantes pueden ser, por ejemplo, para
escribir mentalmente o para traducción simultánea. Imagina que llegas a un país
con tu diadema: piensas en tu idioma y tienes un altavoz que habla el otro
idioma. Y, por supuesto, como la humanidad es lo que es, lo primero serán
juegos y porno. Y luego, 10 años más tarde, yo creo que vendrán las tecnologías
para introducir información en el cerebro, que siempre es más difícil. Y ahí ya
será de verdad la aumentación mental. Si tú quieres acabar la frase en la que
estás pensando, un algoritmo te la acabará, igual que ahora cuando estás
escribiendo te la autocompleta. Imagina que te la autocompleta no solo con lo
que quieres escribir, también con qué tienes que comprar en el supermercado,
qué pareja quieres buscar, qué decir a la gente con la que estás hablando. Si
ahora hablase con una persona y tuviera acceso a todo lo que ha hecho durante
su vida, podría contarle otra cosa que le interese. Y, por supuesto, podría
conducir o manejar mentalmente cualquier tipo de maquinaria. Yo digo que va a
ser un nuevo renacimiento, porque la especie humana de repente salta hacia
arriba, se conecta a computadoras cuánticas [ordenadores
con una capacidad de cálculo muchísimo mayor]. Imagina una computadora cuántica
ayudándote a decidir dónde tienes que invertir o qué carrera tienes que
escoger. Estamos hablando de una especie humana muy distinta.
P. ¿Todavía con gorra o diadema o ya
sería un dispositivo implantado en el cerebro?
R. Y. Depende. Un equipo de la
Universidad de Stanford ha conseguido este año que pacientes
paralíticos, que no pueden hablar, escriban como si estuvieran escribiendo a
mano, pero a base de pensar, con tecnología implantada. Ese problema,
técnicamente, ya está solucionado. De aquí a 10 años, si hablamos de tecnología
implantada, se podrá meter información de ida y vuelta. La tecnología
implantada es muchísimo más potente, pero no la puedes vender en un
supermercado, porque necesitas que un neurocirujano te la ponga. Siempre estará
en el ámbito médico. El problema ético y social más gordo es la tecnología que
no está implantada, la que no es invasiva, porque se puede comprar como si
fuese electrónica de consumo, no está regulada, y puede llegar a toda la
población.
Va a ser un nuevo renacimiento, porque la especie
humana de repente salta hacia arriba, se conecta a computadoras cuánticas
Rafael Yuste,
neurocientífico de la Universidad de Columbia
P. En la Casa Blanca están interesados
en los riesgos de este futuro.
Darío Gil. Hay un deseo de
avanzar en la neurotecnología en sí misma, para usos muy positivos: en personas
con discapacidad, paralíticos, gente que tiene una necesidad desde el punto de
vista médico. Y luego puede haber también aplicaciones que no son tan
controvertidas, pero hay que pensar en cómo las vamos a gestionar y regular, sobre
todo la parte que es un producto electrónico de consumo. Uno se puede imaginar
consecuencias muy negativas: en la libertad de expresión o en la libertad de
conciencia, por ejemplo. Podemos imaginar interrogatorios en países sin ninguna
protección de derechos, con la posibilidad de extraer conocimiento directamente
de ti. Puede ocurrir en los años venideros. Nosotros creemos que tiene que
haber un diálogo, no solo social, también a nivel de gobiernos, que defina el
uso de este tipo de tecnologías, para guiarlas por un camino positivo.
P. ¿Ustedes creen que se van a leer los
pensamientos sí o sí?
D. G. Sí, es cuestión de tiempo.
Desde el punto de vista invasivo, sabemos que es posible.
P. ¿Y con una gorra también?
R. Y. Antes o después. La neurociencia
avanza imparablemente y el pensamiento está generado por el cerebro. Cuanto más
descodifiquemos el cerebro, más descifraremos la actividad mental. La cuestión
no es blanco y negro, es un continuo. Ahora mismo con una gorra puedo averiguar
si estás despierto, si estás dormido, si estás atento. Con un casco, mejor.
Podría saber qué partes de tu cerebro se están activando: la visual, la de las
emociones, la sensorial. Eso, hoy. En 10 años, posiblemente podrás escribir a
máquina [con la mente].
Uno se puede imaginar consecuencias muy negativas:
en la libertad de expresión o en la libertad de conciencia, por ejemplo
Darío Gil, director
mundial del área de investigación de IBM
P. ¿Cómo sería esa hipotética unión
cerebro-ordenador cuántico? ¿Qué podría hacer un humano?
D. G. Vamos a conectar el cerebro a
sistemas de computación externos. No es solo qué va a pasar con la inteligencia
artificial o qué va a pasar con la computación cuántica o con el mundo de
cálculos precisos, sino qué va a pasar con la combinación de todo ello. Si
tienes una hiperaceleración de la capacidad de computación y la conectas de
manera muy simbiótica con el ser humano, es una explosión cámbrica.
La computación te va a ayudar a expandir tu conocimiento, tu memoria, tu
capacidad de cálculo, de hablar diferentes idiomas, de entender procesos
físicos. Imagínate que quieres diseñar una nueva batería para el coche eléctrico:
va a expandir tu capacidad de imaginar nuevas moléculas, por poner un ejemplo.
R. Y. Los humanos siempre tenemos
miedo a lo que no conocemos. Cuando entras en una habitación oscura, siempre
estás un poco preocupado por si hay un monstruo. En este caso, yo
tranquilizaría a la gente. Lo que viene es una revolución positiva. La ciencia
y la tecnología son las mejores herramientas que tiene la humanidad para
solucionar cualquier problema. Yo pienso sinceramente que esta será otra
herramienta que han hecho los humanos, igual que el fuego, la rueda, el carro,
la imprenta y la energía nuclear: herramientas que nos han dado un empujón
hacia el futuro y hemos acabado en una situación mucho mejor que antes. Yo creo
que esto será igual. Miraremos hacia atrás y pensaremos que antes éramos un
poco primitivos.
P. Un experimento en EE UU en 2016
logró averiguar que una persona estaba
pensando en una cuchara. ¿Eso ya se puede hacer hoy?
R. Y. La respuesta es sí. No es fácil, te
tienen que meter en un buen escáner de hospital. Pero, desde hace ocho años, si
piensas en una imagen, se quedan cada vez más cerca de averiguar esa imagen. Te
van enseñando fotos y con cada una te hacen un escáner del cerebro, para ver
qué partes se activan. Y luego te piden que pienses en una de las fotos que te
han enseñado. Piensas en la foto de la cuchara y, como ya saben cómo responde
el cerebro, saben que estás pensando en una cuchara. Si te piden que pienses en
un cuchillo, aunque no te hayan enseñado un cuchillo, se activa una zona que
puede ser la de la cuchara y otra zona de un arma. Entonces pueden averiguar
que estás pensando en una cuchara que no es una cuchara. Se van acercando cada
vez más. Y eso es hoy.
D. G. Si tienes miles de millones de
frases y buscas las correlaciones entre las palabras, puedes empezar a hacer
sistemas de predicción del lenguaje con muchísima fidelidad gracias a la
inteligencia artificial. Las señales que existen en nuestro cerebro tienen una
complejidad extraordinaria, pero podemos utilizar redes neuronales [modelos artificiales
que intentan emular el procesamiento de la información del cerebro humano] para
extraer las correlaciones, aunque no lo entendamos de manera causal. Conforme
mejore la computación, la capacidad de cálculo, la fabricación, los
semiconductores, los sensores y demás, seremos capaces de descifrar cosas cada
vez más sofisticadas en el cerebro. Y luego está la estadística. Si hay muchas
personas conectadas a este tipo de sensores —algunos más invasivos y otros
menos—, al final puedes predecir cosas, aunque sea un sensor más rudimentario.
La computación te va a ayudar a expandir tu
conocimiento, tu memoria, tu capacidad de cálculo, de hablar diferentes
idiomas, de entender procesos físicos.
Darío Gil, director
mundial del área de investigación de IBM
P. ¿Podría existir un dispositivo
que pasa como un detector de metales por detrás de tu cabeza y lee lo que estás
pensando? ¿O es inconcebible?
R. Y. Físicamente, las señales son
tan débiles que tienes que tener el sensor justo pegado al cráneo, por ahora.
No digo que no pueda ser así en el futuro. En los próximos cinco o 10 años
tendrá que ser una gorra o una diadema. Tener un sensor en la cabeza será de
rigor en 10 años, igual que ahora todo el mundo tiene un teléfono inteligente
porque, si no lo tienes, te quedas atrás. Será una cosa muy común. Tener el
sensor en la cabeza te permitirá hacer grandes cosas, pero en principio
perderás también el control de los datos mentales.
P. Facebook y Google están en ese negocio de
conectar el cerebro a ordenadores.
R. Y. Están todas las grandes compañías
tecnológicas y muchas otras nuevas. Están surgiendo como setas, porque piensan
que va a ser el nuevo salto tecnológico. Están metiéndose también [los
empresarios estadounidenses] Elon Musk, Bryan
Johnson… Quieren ser los primeros. En el rodaje del documental de Herzog,
cuando estuvimos en Seattle, cenamos con el vicepresidente y jefe de
inteligencia artificial de Google. Nos enseñó una demostración de su nuevo
asistente personal, que según él pasa el test de Turing: no puedes saber que no
es una persona. Estuvimos conversando con este programa y fue asombroso. Fue
como una conversación con una persona inteligente y, además, cultísima, porque
tiene acceso a toda la información del mundo. Yo me quedé de piedra, porque me
dio la impresión de que vamos a tener un asistente de estos en la mesa, a la
hora de cenar con la familia. Y, por un lado, será buenísimo, porque será como
una ventana al mundo.
D. G. Ahora se está haciendo mucho. Generas
sistemas de lenguaje natural. En los últimos años, trabajábamos con las redes
neuronales para temas de clasificación, como el reconocimiento de imágenes.
Pero ahora se están creando modelos generativos: crean un texto, crean
diálogos, pueden crear imágenes. La reflexión es: ¿qué es un lenguaje? Un
lenguaje es, por supuesto, el idioma, pero también puede ser los sistemas de la
química o los entornos de programación. Nosotros hemos utilizado estos modelos
para crear moléculas químicas. En el futuro, la inteligencia artificial te va a
ayudar a escribir el software, igual que estamos viendo sistemas de
autocompletar una frase.
R. Y. Es la tormenta perfecta. Por un
lado, viene la inteligencia artificial con estos algoritmos que pasan la prueba
de Turing y los vas a tener diciéndote lo que tienes que hacer. Y esto lo
conectas con el cerebro. La conexión que tenemos ahora con el algoritmo de
inteligencia artificial, en el teléfono móvil, es todavía torpe: con mis
deditos, mirando. Imagínate conectar esto con el cerebro humano. Es un
estallido con repercusiones fortísimas y muy profundas: científicas, médicas,
sociales, económicas y también de seguridad nacional. Por eso nos llamaron
desde la Casa Blanca. Es inevitable que ocurra, sinceramente. Es el progreso y
será para bien, en general, pero tendrá unas consecuencias profundísimas.
Estuvimos conversando con el nuevo asistente
personal de Google y fue asombroso. Fue como una conversación con una persona
inteligente y, además, cultísima
Rafael Yuste,
neurocientífico de la Universidad de Columbia
P. Cuando hablan de implicaciones
para la seguridad nacional, ¿qué están imaginando?
R. Y. Nosotros nunca pensamos en
esto, pero los del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos nos llamaron
por primera vez hace un año, porque se habían enterado de que China estaba
intentando fusionar la inteligencia artificial con la neurotecnología y querían
una reunión para informarles sobre todo lo que sabemos sobre neurotecnología en
China. Yo no soy un experto en seguridad nacional, pero he oído que les
preocupa que los analistas tengan interfaz cerebro-computadora para conectarse
directamente a bancos de datos. Si tienes acceso a todo lo que se está diciendo
hoy en Afganistán o en Siria, ¿cómo puedes identificar lo que te interesa? Es
un problema gordísimo. Y es muy posible que sea solventado con mayor rapidez si
conectas a la persona directamente a la red. Otras implicaciones, por supuesto,
son las armas robóticas, los conductores de dron conectados entre sí…
P. ¿Directamente cerebro-dron?
R. Y. Varios cerebros con un dron.
Sería una posibilidad que podría mejorar la precisión. También están las armas
hipersónicas, que se están fabricando en Rusia y en China y acortan el tiempo
de reacción para una guerra nuclear a 15 segundos. La respuesta a ese riesgo es
tener unos sistemas de inteligencia artificial que, en menos de 15 segundos,
puedan decidir si [el ataque] es de verdad o no.
D. G. La convergencia de tecnologías
multiplica el progreso y las consecuencias. No hay que hacer solo un análisis
de la progresión lineal de cada tecnología de manera independiente: los
semiconductores van por ahí, la miniaturización va por ahí, la inteligencia
artificial va por ahí, la neurotecnología va por ahí, la computación cuántica
va por ahí. Lo que la gente percibe menos es lo que pasa con la intersección,
cuando combinas una tecnología con otra y con otra. Eso es menos fácil de
predecir. Ahí es cuando se ven avances exponenciales sin que la gente lo
anticipe. Estamos intentando que se entienda la importancia de estas
tecnologías, que el mensaje llegue al mayor nivel de decisión. Son áreas importantísimas
a la hora de invertir y estar en la vanguardia. Y las sociedades democráticas
tenemos que decidir qué queremos. La tecnología tiene unas tendencias y va
avanzando, lo cual no quiere decir que sea imposible de guiar. Ya ha habido
ejemplos en tecnologías anteriores, como la nuclear o la biotecnología, con las
que se han desarrollado todo tipo de normativas y sistemas de autogestión para
decir: “Por este camino, menos, y si vas tienes que pasar un comité ético”. Que
no sea todo el salvaje Oeste.
Estamos intentando que se entienda la importancia
de estas tecnologías, que el mensaje llegue al mayor nivel de decisión
Darío Gil, director
mundial del área de investigación de IBM
P. La dictadura china y la
norcoreana fabrican bombas atómicas y no pasa nada, aunque haya comités.
R. Y. Yo creo que no es verdad que no pase
nada. Hay consecuencias muy graves. Algunos estados están aislados. Y no todo
el mundo que quiera se puede hacer las bombas en el garaje. Se han establecido
muchísimas limitaciones y hay consecuencias muy serias, lo cual no quiere decir
que sea un sistema perfecto. Nosotros no luchamos por la perfección. En el
mundo de la ciencia y la tecnología, si vas solucionando más problemas de los
que vas generando, por lo menos es un vector de progreso. Nosotros lo que
defendemos es que haya un diálogo mucho más activo sobre estas tecnologías, con
científicos, empresas, universidades, con el Gobierno, para planificar
escenarios y anticiparnos. Los gobiernos no controlan la tecnología. Esa es la
realidad. Tenemos que inventar otra manera de colaborar con los diferentes
actores que son responsables de la creación de esta tecnología. ¿Cuál es el G7
de la tecnología? No van a ser solo ministros y presidentes hablando unos con
otros. Necesariamente, va a involucrar al sector de ciencia y tecnología que no
es parte del Gobierno.
P. Podrían estar IBM, Google,
Facebook...
D. G. Muchas compañías tecnológicas,
universidades, centros científicos. Requiere otra serie de actores alrededor de
la mesa, dialogando y aportando ideas. Y eso hay que inventarlo, igual que
hemos inventado otras instituciones en el pasado. Nosotros creemos que la
neurotecnología es un buen ejemplo a la hora de empezar a definir por qué es
necesario este tipo de diálogo. Con las cosas tecnológicas, la gente muchas
veces no sabe de lo que hablamos. La neurotecnología puede leer lo que está en
tu cerebro y también escribir algo en tu cerebro. Tiene unas implicaciones que
todo el mundo puede sentir. Si somos capaces de iluminar un área con claridad,
seremos más capaces de iluminar otras áreas.
R. Y. Proponemos que la
neurotecnología sea la punta de lanza para una discusión más profunda sobre
cómo encajar la tecnología en el mundo. Como la neurotecnología toca la fibra
del ser humano directamente, muchos pensamos que lo lógico es que la respuesta
social sea encajar la neurotecnología en unos derechos humanos existentes o por
diseñar. Y, con esta pieza más o menos encajada, puedes mirar con una nueva
perspectiva las otras tecnologías, como la inteligencia artificial, que ahora
mismo están muy embarradas y es difícil lidiar con ellas.
Esto va al corazón de lo que es un ser humano, a
nuestra mente
Rafael Yuste,
neurocientífico de la Universidad de Columbia
P. Un día de 2018 la humanidad se
desayunó que ya se habían creado niñas
modificadas genéticamente con la técnica CRISPR en China y se
creó un comité internacional sobre manipulación genética para decidir qué estaba bien y qué estaba mal.
Ustedes sugieren hacerlo con la neurotecnología antes de que ocurra una
salvajada.
D. G. Sí, yo creo que uno se puede
imaginar el futuro. No es imposible anticipar qué cosas se pueden hacer.
P. Anticipen. ¿Cuál será el escenario en
20 años?
D. G. Sabemos que existen unas señales en
nuestro cerebro que se pueden descifrar y también que se pueden inyectar nuevas
señales. Sabemos que eso se puede hacer de manera invasiva. La gente conduce
coches pensando. Es impresionante lo que puedes hacer. Uno puede anticipar una
serie de progresos científicos y tecnológicos por los que lo que a día de hoy
es invasivo ya no lo sea.
P. ¿Hablamos de medio siglo? ¿20
años? ¿10 años?
D. G. Algunas cosas importantes pueden
pasar de aquí a 10 años. Hay muchas empresas trabajando en ello. Es algo que
vamos a ver en nuestras vidas. Y antes de llegar a ese camino hay que empezar a
pensar de manera sofisticada sobre este tema. Con [la técnica de edición
genética] CRISPR hay comités éticos, para ver qué tipos de experimentos se
pueden realizar. Pero nadie habla de la neurotecnología. Al principio será un
videojuego o se utilizará para escribir más rápido, pero conforme pase el
tiempo se agregarán datos de millones o miles de millones de personas. La
privacidad de tus pensamientos puede que esté en cuestión y puede que haya
oportunidades de manipulación. Anticipando ese futuro, hay que ver cómo
guiarlo.
R. Y. Es lo que llaman el dilema de
Collingridge: cuando sale una tecnología nueva no sabes bien para qué se va a
utilizar, pero es muy fácil regularla. En cambio, cuando ya se ha implantado en
la sociedad conoces perfectamente bien las consecuencias negativas, porque ya
llegas tarde. En el caso de la neurotecnología, sobre todo fusionada con la
inteligencia artificial, está clarísimo lo que nos viene. Son cosas que ya
sabemos hacer en animales. Y si se puede hacer en animales hoy, antes o después
se va a hacer en humanos. ¿Por qué esperar a que sea demasiado tarde? Esto va
al corazón de lo que es un ser humano, a nuestra mente.
La privacidad de tus pensamientos puede que esté en
cuestión y puede que haya oportunidades de manipulación
Darío Gil, director
mundial del área de investigación de IBM
P. Si se sentaran directamente con
el presidente estadounidense, Joe Biden, o con el español, Pedro Sánchez, ¿qué
leyes nuevas les sugerirían? Ustedes han propuesto tratar los datos cerebrales
como si fueran un órgano más, como un riñón.
R. Y. Yo les diría a Biden y a
Sánchez que de vicepresidente tengan a un científico o a una científica. Si la
mano derecha de un presidente del Gobierno es la economía, la mano izquierda
tiene que ser la ciencia. Borges decía que es muy importante pensar no solo en
lo que ocurre, sino en lo que no ocurre. Así te das cuenta de lo que falta. Y
yo echo en falta una vicepresidencia científica.
D. G. La tecnología está avanzando a
tal velocidad y sus consecuencias son tan amplias que debería ser una parte
fundamental de cómo se gestionan los gobiernos, de cómo se hacen alianzas entre
países. Hay alianzas comerciales o militares entre países. A mí no me cabe
ninguna duda de que la siguiente generación de alianzas va a ser
científico-tecnológica. Eso va a tener una serie de consecuencias muy
importantes: qué haces tú, con quién colaboras, con quién no, quién tiene acceso
y quién no. ¿Qué consecuencias hay si violas un acuerdo de tecnología y te
pasas de la raya siete pueblos? Todo esto va más allá de aprobar esta ley o
esta otra. Hay que incorporarlo como un elemento central en las preocupaciones
de cada una de nuestras instituciones. Ya está pasando en las empresas. Hoy las
empresas son las que hacen más la tecnología. Puedes estar en el sector del
automóvil, pero es que en el futuro los coches van a ser ordenadores con
ruedas. Esto que ya está transformando a las industrias también va a
transformar a los gobiernos.
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