Neurogénesis en el adulto

Investigación y Ciencia. Octubre 2014. 
El cerebro adulto genera neuronas todos los días. El descubrimiento de que las células nuevas nos ayudan a distinguir un recuerdo de otro podría dar lugar a nuevos tratamientos contra los trastornos de ansiedad.
  • Hen, René
    La idea de que el cerebro adulto no podía formar neuronas nuevas ha constituido durante siglos un principio fundamental de la neurobiología. Incluso Santiago Ramón y Cajal, creador de la neurociencia moderna a finales del siglo XIX, declaró imposible tal renovación. Tras décadas de meticulosa observación e ilustración de la arquitectura microscópica de las neuronas y sus conexiones, el científico llegó a la conclusión de que en el cerebro adulto «las vías nerviosas son algo fijo, acabado, inmutable. Todo puede morir, nada renacer».
    Así que cuando Joseph Altman, por aquel entonces en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), publicó una serie de artículos en los años sesenta del siglo XX en los que demostraba la formación de neuronas en el cerebro de cobayas adultas, fue en gran parte ignorado. Tal actitud no sorprendió, dado que, desde un punto de vista lógico, añadir nuevas neuronas a un cerebro completamente desarrollado tendría consecuencias desastrosas. Después de todo, si el órgano almacena información en redes de conexiones neurales, insertar de manera aleatoria células inexpertas en esas redes podría anular nuestra capacidad para codificar y recuperar la información y, en consecuencia, podría alterar nuestros recuerdos.
    Pero la lógica no está a la altura de los resultados experimentales, y en los años noventa comenzaron a llegar más datos. Se aportaron pruebas de que en los cerebros adultos de ratones, monos e incluso humanos seguían formándose neuronas, a lo largo de la vida. En concreto, en dos regiones: una implicada en la olfacción y la otra, el hipocampo, en el aprendizaje, la memoria y las emociones.
    Desde entonces, los investigadores se han preguntado sobre la función de esas neuronas recién nacidas. Aunque todavía no está claro su papel en el sistema olfativo, se han comenzado a desvelar sus secretos en el hipocampo. Los trabajos de nuestro grupo, entre otros, indican que tales células ayudarían a registrar los recuerdos para que se les identifique como únicos y se evite confundirlos con los posteriores. Este conocimiento podría dar pie al desarrollo de estrategias novedosas para tratar varios trastornos de ansiedad, como el trastorno por estrés postraumático (TEPT), dado que quienes lo sufren tienen dificultades en distinguir las situaciones peligrosas de las inocuas.

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