Papel del gen FOXP2 en el desarrollo del lenguaje

Resultados genéticos revelan el papel que juega el gen FOXP2 en el desarrollo del lenguaje. La versión humana de esta proteína a diferencia de la versión del chimpancé modifica la actividad de 116 genes.
Por: Tina Hesman Saey Miércoles, 11 de noviembre de 2009 
Traducido por: Lolimar Oropeza (Estudiante Idiomas Modernos - Iutav)
     Los elocuentes humanos podrían deberle su capacidad de lenguaje a un astuto amigo. Un reciente estudio suministró más evidencia de que la versión humana de la proteína conocida como FOXP2 podría haber contribuido en la evolución del lenguaje.
     De acuerdo con las declaraciones hechas a la revista Nature, el 12 de noviembre del presente año por el neurogenetista Daniel Geschwind y su grupo de trabajo de la Universidad de California en Los Ángeles. Los chimpancés así como muchos otros animales tienen el gen FOXP2 pero la versión humana difiere en dos eslabones en la cadena de aminoácidos que constituyen la proteína. Los científicos imaginan que estos dos cambios en los aminoácidos no fueron simplemente superficiales, sino que por el contrario podría haber alterado la forma como el FOXP2 funciona, quizás preparando el camino para la evolución del lenguaje. Un  nuevo estudio revela que el gen humano FOXP2 comparado con la versión del chimpancé altera la actividad de 116 genes de células cerebrales manipuladas en recipientes de laboratorio. 

De los genes afectados, 61 mostraron mayor actividad en el gen humano FOXP2 que con la variante del chimpancé. Muchos de estos genes están involucrados en el desarrollo neural en la producción de colágeno cartílagos y tejidos blandos. Estos resultados indican que la proteína podría jugar un papel importante al formar tanto el cerebro como el aparato vocal que hace posible el habla. La versión humana de la proteína disminuye la actividad de 55 genes.

Geschwind afirma que ambos descubrimientos “están de acuerdo en que estos genes son parte de un circuito molecular relacionado con la percepción humana”, incluyendo los circuitos que se necesitan para el lenguaje. Según su declaración, sostiene que tanto el gen FOXP2 como los genes que son el mismo regula permiten que el cerebro sea capaz de integrar la información sensorial junto con los movimientos, además de percibir los sonidos, darle forma a la lengua, los labios y el aparato fonador para reproducir los sonidos.
     Los investigadores descubrieron que los genes controlados por FOXP2 conforman un subgrupo de todos los genes conocidos, los cuales tienen  diferentes niveles de actividad en el cerebro humano y de los chimpancés.
La proteína y los genes que este modifica están relacionados con cerca del 20 por ciento de los cambios en la actividad genética estudiada en ambas especies.
Geschwind afirma que “Eso nos indica que FOXP2 por sí mismo es responsable de muchos de los cambios”, entre los humanos y los chimpancés, “o es una parte de un sistema más complejo”. “Es probable que muchas cosas nos hagan humanos pero mucha de esta información en realidad resaltan su importancia”.
     Según Pasko Rakic, un neurocientífico de la Universidad de Yale sostiene que “FOXP2 se ha convertido en una celebridad por su posible papel en el desarrollo del lenguaje (SN digital: 5/11/2008), sin embargo, aunque pueda ayudar a formar los circuitos neurales que permiten el habla, esto no lo explica todo. “¿Cambian dos aminoácidos y de repente el hombre tiene la facultad de hablar? No lo creo”. El nuevo estudio muestra importantes diferencias funcionales entre la versión de la proteína en humanos y en chimpancés. Esto podría conducirnos a un mejor entendimiento de las bases moleculares de la evolución del lenguaje.
     Por otro lado, Simon Fisher, neurocientífico de la Universidad de Oxford,  en Inglaterra afirma que: otra advertencia sobre este estudio es que los experimentos se realizaron en células manipuladas en recipientes de laboratorio. “Aún estamos muy lejos de describir de qué forma las diferencias en el gen FOXP2 alteran las propiedades y el comportamiento de las neuronas en el cerebro.

Fuente: Science News

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