¿Por qué el hambre aumenta la conducta impulsiva?

La hormona grelina, responsable de la sensación de hambre, parece alterar la capacidad de autocontrol y decisión, según se ha constatado en ratas.


Si vamos con hambre al supermercado, es probable que llenemos el carro de la compra más de lo que en realidad sería necesario. Según el reciente estudio, la hormona grelina contribuye a ello, pues nos vuelve más impulsivos.

Ulrich Baumgarten/ Getty Images
Este artículo de Spektrum se reproduce con permiso. Su versión en español se publicó  primero en Investigación y Ciencia
Cuando estamos hambrientos, se activa la producción de la hormona grelina en el estómago, con lo que la sensación de hambre se despierta en nosotros. Dicha hormona se encarga de que la comida nos parezca más apetecible y nos la comamos, pero también provoca otras dos reacciones, quizá no tan agradables: altera nuestra habilidad de autocontrol y nos hace más impulsivos. De esta manera desempeña un efecto negativo en la toma de decisiones y la capacidad de autocontrol, según han comprobado investigadores de la Universidad de Gotemburgo recientemente en ratas. “Hemos demostrado que el aumento de la grelina hasta los niveles que se dan antes de las comidas o durante el ayuno provoca que actuemos de manera impulsiva y afecta a la capacidad de tomar decisiones racionales”, señala Karolina Skibicka, una de las autoras del estudio.
Según los científicos, la “hormona del hambre” influye la actividad del área tegmental ventral, región del cerebro que regula, entre otras emociones, la alegría y, al parecer, también interviene en la conducta adictiva. Los científicos sometieron a las ratas a tres pruebas de autocontrol.
Animales más impulsivos
Los investigadores entrenaron a roedores saciados a apretar un botón después de que esperaran un tiempo determinado. Como recompensa recibían una golosina. También obtenían un premio si aguardaban que una señal les permitiera activar dicho botón. En el tercer experimento debían mostrar su paciencia: si lograban esperarse recibían más azúcar que si apretaban el interruptor de manera inmediata para obtener el dulce. En la mayoría de casos, las ratas aprendieron y respetaron las reglas del juego. A continuación, los investigadores inyectaron grelina en los animales. La hormona surtió efecto enseguida: los animales mostraron una reducción en la capacidad de autocontrol, puesto que apretaban el botón sin esperarse a poder hacerlo y buscaban recompensas más rápidas, incluso si a cambio perdían la oportunidad de conseguir raciones más abundantes. En pocas palabras, actuaban de manera impulsiva. El equipo comprobó los mismos resultados con ratas hambrientas a las que no habían administrado grelina. Pero si les inyectaban inhibidores de dicha hormona, los animales volvían a controlar su conducta.
“Nuestros resultados muestran que la restricción de los efectos de grelina en el área tegmental ventral, la región del cerebro crucial en el sistema de recompensa, es suficiente para que las ratas reaccionen de manera más impulsiva. Es importante destacar que, cuando bloqueamos la grelina, la conducta impulsiva se redujo en gran medida”, señala Skibicka. Incluso un corto período de ayuno, una forma más natural de aumentar la liberación de grelina, aumentó el comportamiento impulsivo de los roedores.
Impulsividad en los humanos
Los resultados podrían ser la explicación de por qué las personas solemos introducir más alimentos en el carro de la compra cuando vamos al supermercado con hambre. O por qué somos menos capaces de resistirnos a picar unas galletas saladas o un trozo de dulce aunque sepamos que en breve nos van a servir el almuerzo.
Asimismo, el hallazgo podría contribuir a encontrar posibles soluciones farmacológicas para los trastornos de la conducta alimentaria, obsesivos compulsivos y de atención e hiperactividad, señalan los autores. “Nuestros resultados indican que los receptores de grelina en el cerebro pueden ser un posible objetivo para el futuro tratamiento de enfermedades psiquiátricas que se caracterizan por problemas de impulsividad; incluso para los trastornos de la conducta alimentaria”, concluye Skibicka.

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